jueves, 18 de abril de 2013

La mayúscula inicial no es señal de prestigio

Imagen: La casa infantil
Un viejo prejuicio lleva a pensar que la importancia de una entidad o persona determina el uso de letra mayúscula o minúscula inicial a la hora de referirse a ella. Esto causa innumerables errores y permite explicar el porqué de mayúsculas ubicadas en cualquier lugar.

Veamos un breve ejemplo:

En una reunión tripartita participan el ministro de Trabajo, el representante del gremio de porteros y el presidente de la Asociación de Propietarios de Inmuebles Urbanos. ¿Es necesario atribuir mayúscula a alguno de estos cargos? ¿Ministro? ¿Presidente de la asociación? ¿Representante del gremio? ¡No!, ni siquiera si se tratara del presidente de la República sería necesario el uso de mayúsculas, al margen de convenciones.

En definitiva, en estos casos es muy útil la recomendación que nos hizo una maestra alguna vez: "Los nombres propios comienzan con mayúscula". Si recordamos este consejo, tendremos muchas menos probabilidades de equivocarnos. Aplicado al ejemplo: ¿"ministro" es nombre propio? ¡No!, es un sustantivo común, por lo tanto comienza con minúscula, igual que "presidente" o "portero".

En redacción institucional, para sintetizar, debemos utilizar mayúscula inicial para designar instituciones, nombres propios, entidades u alguna palabra objeto de convención. Evitar la mayúscula inicial en todos los demás casos, incluyendo los cargos de prestigio —por ejemplo, diputado, ministro, senador, director, gerente, etc—, mejorará considerablemente la presentación de nuestros trabajos.

Información relacionada:
Recomendaciones de la Real Academia Española para el uso de mayúsculas

3 comentarios:

  1. A mí me llama la atención cómo alegremente se pone en mayúsculas algunas palabras, por ejemplo los nombres de las enfermedades. Alguna vez se lo pregunté a una persona que tenía esa característica la razón de la mayúscula y la respuesta fue que "así sonaba importante".

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    1. Buenas, Gabriela:

      Como siempre, aportas un muy buen ejemplo. La única excepción respecto al nombre de enfermedades ocurre cuando se trata de nombres en los que aparece un sustantivo acompañado por preposición y nombre propio (generalmente de alguien que realizó estudios importantes respecto a la enfermedad en cuestión), por ejemplo: mal de Parkinson.

      Saludos cordiales y ¡feliz Carnaval sin mojaduras inoportunas! (recuerdo tus comentarios respecto a la festividad).

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