El resultado fue una redacción más clara, que facilitó la lectura e interpretación. Las organizaciones estatales y las empresas privadas, poco a poco, adoptaron esta forma de redacción, llamada Estilo Llano.
Al margen de diferencias idiomáticas, esta forma de escribir todavía es muy útil para la expresión escrita en diferentes ámbitos. Consiste en:
- Lenguaje definido según el lector: Por ejemplo, una ponencia para científicos se puede redactar con términos técnicos, no así un documento de difusión masiva. Siempre se puede buscar ejemplos que “acerquen” el texto al lector.
- Diseño racional para encontrar la información más importante rápidamente. Los datos prioritarios se deben ubicar primero y los menos relevantes al final. Si cada párrafo trata un tema la comprensión es más sencilla.
- Significados que puedan ser entendidos en la primera lectura. Cuando hay que volver a empezar, es señal de que hay que hacer cambios en la redacción.
Definitivamente, un buen paso para mejorar una publicación es verificar que cumpla con estas recomendaciones, entonces podrá ser comprendida por profesionales de cualquier área y por personas con menos tiempo dedicado a la educación formal.
Es importante recordar que la calidad de un mensaje está en su propio contenido y no creer que por la complejidad de las expresiones utilizadas tendrá más prestigio.
Lectura recomendada para profundizar: Cassany Daniel, La cocina de la escritura. Editorial Anagrama, Barcelona, 1995.
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