En tiempos en que las herramientas informáticas facilitan la tarea de publicar es imprescindible utilizar la calidad como forma de distinción. Un error muy común entre quienes publican es que inevitablemente creen que saben hacerlo muy bien.
Preguntar acerca de la idoneidad de un redactor es una acción improductiva, ya que la simple interrogante es mal interpretada y, en ocasiones, genera mala predisposición: "¿cómo no voy a saber escribir si soy hablante del español?" es la respuesta implícita. Sin embargo, los hechos demuestran que aún los redactores con más experiencia necesitan una revisión de sus trabajos.
La mejor práctica para conocer las cualidades de quien escribe es observar un pequeño texto: el uso de las mayúsculas, la corrección ortográfica o el simple uso de una coma permite conocer cómo es su cuidado a la hora de publicar.
Por otra parte, en la ilimitada oferta de contenidos que propone Internet, redactar bien es el paso inicial para presentar contenidos, ya que aún cuando sean muy interesantes, pueden caer en descrédito e incluso no ser comprendidos si no dedicamos un mínimo de tiempo para su corrección.
La diferencia entre un mensaje descuidado y uno enriquecido por una segunda lectura puede ser sustancial para que un visitante continúe visitando nuestra página, o lo que es más importante, considere que nuestro trabajo es profesional.
Como entrada inicial, recomendamos revisar el primer escrito, cuestionar nuestras propias expresiones y no dudar en realizar cambios cuando sea necesario o consultar a alguien idóneo. Esa decisión, que puede parecer trivial, realmente es muy importante para causar una primera buena impresión.
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